jueves, 14 de marzo de 2013

PUNTO G MASCULINO. MITOS Y PREJUICIOS

Somos proclives y más desinhibidos a la hora de hablar de la sexualidad femenina, sus puntos de placer, los tabúes de determinado tipo de posiciones, fantasías o fetiches, que hacerlo respecto a la intimidad masculina. Como bien saben los que argumentan (los profesionales), la sexualidad es un umbral exquisito de alternativas que vive una pareja en la intimidad; y que tiene que ver profundamente con los deseos, fantasías y límites de cada persona. En la mitad de esta perspectiva, temas como el denominado “punto G masculino” generan sin lugar a dudas cierta sonrisa-tabú-socarrona respecto al tema. ¿El por qué? Porque ese punto de placer máximo en el hombre convive acodado con determinados prejuicios sobre la sexualidad, la homosexualidad, y lo que “un hombre” puede -o no- llegar a hacer entre cuatro paredes. Pero lejos de demonizar o brindarle al tema un halo informativo superficial, el doctor José Luis Rodríguez, sexólogo, especialista en disfunciones sexuales, y médico psicoterapeuta (especialista en sexología clínica) aclara dudas y combate mitos y prohibiciones. Una nota para hombres y mujeres sin prejuicios, con ganas de informarse. ¡Macho, dijo la partera! No sólo lo habrá gritado en la sala de partos la obstetra, sino que seguro que en su crecimiento, el hombre en general lleva consigo (al igual que la mujer) ese presupuesto de lo que un “macho”, y “un hombre”, supuestamente es y debe hacer. La sexualidad dispara con más saña en este sentido, ya que para ambos sexos ha determinado temas tabú, que prefieren no hablarse, o sobre los que simplemente cabe el chiste fácil, o la desinformación. En este sentido, empecemos por lo primero. ¿Qué es el punto G? Según contó Rodríguez, “si hablamos de la mujer es una zona de la vagina que describió en 1929 el ginecólogo Ernst Graffemberg ubicándola en la cara anterior de la misma, en el tercio externo; más o menos introduciendo una falange de un dedo. Se describe como una zona con una sensibilidad diferente al resto, y con posibilidades de que, siendo estimulada, despierte sensaciones placenteras que llevan al orgasmo”. - ¿Y en el caso del hombre, dónde se sitúa? - Para algunos autores, en el varón sería una zona que se encuentra en la cara posterior de la próstata. Lo que se estimularía en este caso es la cara posterior de la próstata y en especial la porción bulbar del pene. Por ser una zona interna y por analogía con la descripción de Graffemberg, se lo llama punto G masculino, pero éste autor nunca hizo referencia a él”. - ¿Cómo debe hacer la mujer para llegar a ese punto? - Necesariamente el acceso es a través del esfínter anal, introduciendo un dedo en el recto y presionando hacia la cara anterior. Siempre y cuando la pregunta se refiera a estimular al varón. Si la mujer quiere estimular su propio punto G, introduce la primera falange de su dedo en la vagina y busca en la cara anterior una zona que presenta una sensación diferente al ser tocada que el resto, y que al tacto se presenta como una pequeña protuberancia o rugosidad”. “Ahí, no” Para muchos varones la alternativa de experimentar el punto G con su pareja, les genera curiosidad; pero muchas veces desisten de la misma por vergüenza ante su pareja, ya que socialmente lo vinculan erróneamente a la homosexualidad. Rodrigo es el nombre ficticio de un joven de 33 años, bancario, que lleva con su pareja, una convivencia y sexualidad buena desde hace un año; pero que, consultado al respecto, expresó: “Con mis amigos, cuando lo hablamos, se cae en el chiste fácil, y se liga a una elección sexual diferente; cuando en realidad, si te informás, te das cuenta que no es así. Que seas gay o heterosexual no tiene nada que ver, se trata de experimentar placer. De todas maneras siempre quise probarlo, pero me da mucha vergüenza decírselo a mi novia”. En este sentido son los prejuicios los que juegan en contra de la práctica que una pareja haga, en busca del placer, y de algo diferente después de un tiempo. ¿Porqué la mayoría de los hombres heterosexuales no se permiten probar si lo desean? Según contó Rodríguez “por la asociación que se hace entre estimulación anal y orientación homosexual. Este es un concepto equivocado, el erotismo anal no es exclusivo de los varones homosexuales y ni siquiera de los varones. La región anal y perianal es una zona erógena en el ser humano, independientemente de su sexo o de su orientación sexual. Para ser claro es esperable que haya posibilidades de experimentar placer sexual con la estimulación anal tanto en varones como mujeres. Como en cualquier práctica sexual, habrá personas para las que resultará placentero, y otras para las que no. En ambos casos es válido, ya que la libertad de explorar la sexualidad es un derecho. Una vez que se llegó a ese punto ¿Qué implica para el hombre? ¿Máximo clímax? ¿Orgasmo, o mayor placer como preludio de la eyaculación? “Algunos varones refieren justamente todo eso que incrementa la sensación del orgasmo, que aumenta la excitación previa, y la percepción subjetiva de un incremento en el volumen del líquido seminal eyaculado” precisó el sexólogo. “Yo lo hice porque se dio en una relación casual, y la verdad: me gustó. Quizá porque fue un ‘touch and go’ casual con una chica sin prejuicios, que no era mi novia, y me llevó a experimentarlo, sin siquiera tenerlo como objetivo en la cabeza. El prejuicio está, pero el placer que se siente, también. Es una cuestión de información y de vivir la sexualidad sin tanto mambo”, contó Federico, de 27 años, barman de un boliche. Algunos sí, y otros no. Algunos que desearían probar, y otros que no lo ven como opción, o que quizá probaron, y no les gustó. En sexualidad cada experiencia es única y válida. “Lo que más pesan son los mitos. Por un lado los que asocian la práctica de la orientación sexual hétero, la homosexualidad. Y por otro, los que la asocian al dolor. Muchas veces, en nuestra expresión diaria, nos referimos a lo anal con el verbo ‘romper’, o ‘lastimar’, y eso implica violencia. Estos mitos y actitudes se sostienen justamente por la ignorancia, la falta de información y educación. Lo ideal es poder hablar libremente en la pareja de lo que a cada uno le gusta, o no. A veces la espera puede resultar eterna, o podemos atrevernos a dialogar con nuestro par, para vivir la sexualidad en pareja, como realmente queremos”, concluyó el sexólogo

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